martes, 8 de julio de 2008

Mater amantisima

Uno de los efectos colaterales de independizarme ha sido la mejora de mi relación con mis padres. Cuando vivía con ellos, discutía mucho, sobre todo con mi madre. Eran pequeños roces, menudencias, casi siempre por los mismos temas: comidas, limpiezas, salidas… sin embargo, eran constantes. Hace un año cuando vivía todavía con ellos, estaba realmente mal. Me afectaban muchísimo las discusiones, cerraba la puerta de casa e intentaba hacer un esfuerzo y cambiar la cara, pero a veces me resultaba muy difícil. Era sobre todo un sentimiento enorme de culpabilidad y de no estar haciendo las cosas bien. Una mezcla entre “esforzarme en hacer las cosas muy bien” y ser” la hija perfecta” y por otro lado, en querer vivir la vida a mi modo. Un batiburrillo importante en la cabeza. No era capaz de estar a gustito en casa, relajada, e intentaba pasar el menor tiempo posible allí. Dentro de las paredes de mi casa salía la peor Pequeña Desorden que podría haber. No debía ser fácil estar conmigo, fácil no lo debía poner precisamente. La verdad es que el 90% del tiempo sentía que si las cosas iban mal eran por mi culpa y me sentía, aún sabiendo que no era así, como si estuviese todo el día dando disgustos…

La cuestión es que cuando me fui, fue como una bocanada de aire fresco. Se alivió mucho la sensación de culpabilidad, crecí de golpe, me sentí dueña de mi vida, ya podía hacer lo que quisiera, que no era precisamente hacer el loco, sino ser responsable de mi vida sin tener que dar explicaciones. Suena paradójico pero para mí es una liberación encargarme de mis facturas, de mi alquiler, de mi ropa, de mi comida. Soy muchísimo más ordenada que cuando vivía con mis padres. Y sobre todo, más feliz. Y que conste que yo a mis padres les adoro, y me siento infinitamente querida por ellos. Pero ahora que me he ido, les entiendo un poco mejor. He necesito alejarme para encontrar a mi madre y también para encontrarme yo , respecto a ella. Ay, que complicadas me parecen las relaciones madre-hija y que difíciles las hacemos las psicólogas-hijas. Veremos cuando sea madre…

Sin embargo, no estoy curada del todo. Obviamente discuto infinitamente menos, nos vemos poco, una vez a la semana, aunque hablamos casi a diario por teléfono. La culpabilidad es un sentimiento que tengo ahí agazapado, feo, y parece que está esperando la mínima para saltar. Ayer un mini roce telefónico con mi madre, una frase mal dicha, sin pensarla y me siento fatal. Ya está la Culpa frotándose las patitas. Y lo peor de todo, es que no sé cuanta importancia le ha dado ella. A lo mejor yo me estoy comiendo la cabeza y ella está tan pancha.Me sacaba de quicio el intentar arreglar cosas que solo eran problemas en mi cabeza. Y hoy ando igual. Parece que no he avanzado nada...
En fin…

1 comentario:

Twat Boy dijo...

No te comas tanto la cabeza, las madres aguantan lo indecible... Un saludo y mi admiración a las madres!!!