lunes, 31 de marzo de 2008

Punsetes

Este Sábado (aparte de fumar como una bestia como se puede leer en el post anterior) fui a un concierto con una amiga. Estuvimos en el Nasti viendo a los Punsetes. Aparte del garrafón de la bebida (veneno por 9 euros: la típica copa de “Me acabo de arruinar el domingo”) estuvo genial. Hombre, quizás las cotas de “guays” por metro cuadrado en el Nasti son sensiblemente superior a cualquier otro bar por Malasaña, pero estuvo bien, muy bien. Yo no conocía a los Punsetes y me gustaron. Me recordaban un poco a los Planetas”y Cecilia Ann, y con eso ya me tienen bastante ganada. Me moló la puesta en escena y la cantante que no movió en toda la actuación. De la telonera no puedo decir lo mismo. No es que fuese mala, pero es que a mí esa languidez y ñoñería rollo Family o La Buena Vida no me gusta demasiado, me aburre. Que no está mal, pero no es mi estilo...
Me he metido ahora en el Space de los Punsetes y me he descargado el disco. Me molan, me molan.
Eso sí, el CD que dicen que regalan con la entrada no lo he visto por ningún lado.

Tabaco

Leyendo los comentarios hechos a mi post anterior, tengo material para escribir un post nuevo: “Sirven los psicólogos para algo?” pero con el ánimo que tengo hoy de lunes creo que la respuesta no sería muy positiva y cero cómica. La verdad es que la idea de mi post anterior era burlarme un poco de los aires bobos que nos damos a veces los psicolocos. Ya lo retomaré otro día.

Estoy fatal hoy. Entre que es Lunes y yo odio con toda mi alma y todo mi corazón los lunes, que tengo muchísimo trabajo (y esta vez no es de lo que me gusta) y que estoy dejando de fumar y estoy en esos primeros tres primeros días tan terribles de mono físico, estoy fatal, que muerdo, muy muy muy irritada e irritable, vamos, que tonterías las justas. Yo nunca cierro la puerta de mi despacho si no estoy con algún usuario o paciente, pero hoy no me apetece hablar con nadie y con la excusa de que voy a trabajar mucho y que necesito estar concentrada, la he cerrado para que nadie me moleste.Si entra alguien a mi despacho a preguntarme cualquier tontería sabe que tiene peligro de salir con un mordisco en el brazo (bueno, estoy exagerando , que yo soy tan agresiva e inofensiva enfadada como un caniche cojo.)
Empecé a fumar a los 12 años. Mis padres fumaban (y fuman) como un carretero y yo tenía acceso total al tabaco. Me encerré yo sola en el baño y me supo a gloria el cigarrito. Me encantó el mareito que me pillé. En la adolescencia, fumaba los fines de semana. Nos comprábamos 4 cigarros de Fortuna a 20 pesetas cada uno y nos los fumábamos a medias la Acandemor y yo. Me hace gracia que no nos fumabamos uno cada una sino que los compartíamos cada uno las dos. Cosas de adolescentes.
A los 18 lo dejé totalmente. Nada de nada. Lo retomé a los 24 pero muy lentamente, y muy poco, un paquete a la semana o incluso menos. A los 26 años, con Lobito, que fuma un montón, me puse con fuerza hasta llegar al tabaquismo que sufro ahora y que me tiene tan preocupada. Hay sábados que como salga por ahí puede llegar a fumarme casi 1 paquete. Soy una yonki. Fumo muchísimo y no me gusta nada, lo odio, ya no saboreo ningún cigarro, es compulsivo, asqueroso. Ya no fumo por placer sino para evitar el mono y me siento culpable con cada cigarro. Conseguí dejarlo el pasado 31 de octubre y estuve casi 4 meses sin acercarme a un cigarrillo. Un esfuerzo mantenido, una victoria de cigarrito tras cigarrito. No es pasar una semana mala y decir “Ya está”, que va. El mono físico dura una semana, pero la dependencia psicológica es peor. Yo soñaba con fumar, veía a la gente fumando y aspiraba yo también el aire como si llegase algo de su humo. Asocié las palabras “tabaco”, “fumar”, “cigarro” con “cáncer”, de tal modo que cada vez que pensaba en fumar me imaginaba un tumor negro y asqueroso en los pulmones y mi cabeza calva. La primera semana fue espantosa, sentía que me volvía loquita, pensando todo el día en tabaco y cánceres. Estaba como ida, muy irritable y no era capaz de seguir conversaciones. Poco a poco, me fui relajando y decir “llevo dos semanas sin fumar” era un refuerzo positivo increíble. A las dos semanas, empecé a notarme una mejoría física impensable e inesperada porque yo pensaba que estaba bien físicamente. Me noté la piel más luminosa, más tersa, por las mañanas me levantaba con la boca con buen sabor, el aire al respirar me llegaba como fresquito a los pulmones. La experiencia de los domingos levantándome como una rosa era increíble. Y la comida, que buena sabe la comida, qué riquísima. Engordé un poco pero no por ansiedad (cuando estoy nerviosa no me da por comer), engordé por lo deliciosísimo que me sabía cada plato. El pan y el café, dios, qué placer, sabores totalmente nuevos. A los tres meses, creía que ya lo había superado (a ratos), y todo el mundo me avisaba que no bajase la guardia. No me apetecía fumar pero la idea de no volver a fumar un cigarro en mi vida se me hacía muy cuesta arriba. Superé pruebas de fuego, como fiestas, tensiones familiares, congresos de trabajo, ponencias, problemas con el piso…A los cuatro meses empecé a fantasear con fumar a escondidas, todo el mundo me animaba un montón por haberlo dejado y sentía que no podía defraudarles pero a mí me seguía apeteciendo. “Bueno, pues me fumo uno solo como recuerdo y no se lo digo a nadie". Fue fumarme uno, UNO SOLO, y dejar que la nicotina entrase en mis venas y empezar otra vez de cero. Me compré un paquete y nada, que parece que lo he retomado con mas fuerza que nunca. Llevo ya un mes y una semana fumando. Este sábado me fumé dos paquetes de tabaco yo solita. Me siento fatal conmigo misma, llena de remordimientos.Ayer domingo me dolía muchísimo el pecho y me daban pinchazos en la cabeza. Por la noche me dolía mucho el estómago. Lo quiero dejar, que me acerco peligrosamente a los 30, que tomo la píldora, que tengo la circulación fatal, que tengo mucho miedo del cáncer, de tumores raros, de joderme la vida yo sola, que dentro de unos años quiero tener hijitos y quiero limpiar mi cuerpo, que no me gusta depender de nada , que me parece terrible comprar algo que te dice que te mata en la caja, que odio como domina mi vida y mis tiempos, que me parece feo estéticamente un cigarro en la mano, que es una pasta, que me ensucia los dientes, que me parecen horribles, asquerosos y tristísimos los reservados para fumadores en los aeropuertos y los restaurantes, que me da un asco increíble ver un cenicero lleno de colillas, me parece asqueroso el olor que trae uno en el cuerpo cuando sale a fumar un cigarro (y del que sólo te das cuenta cuando has dejado de fumar). Ayer domingo fumé uno en todo el día y hoy no quiero fumar, lo quiero dejar. He superado el del café del desayuno y el de media mañana. Lo voy a intentar otra vez.

viernes, 28 de marzo de 2008

De psicólogos un sábado noche


(Perdonad que escriba tan poco…es que ando muy liada… como siempre)
Soy psicóloga. Acabé la carrera hace ya 5 años (madre mía, como pasa el tiempo…) y entre cositas sueltas y mi trabajo actual llevaré unos dos años ejerciendo. Sin embargo el “estigma” de psicóloga lo llevo desde que aquel día con 18 añitos tan inocentes empecé la carrera. Esa “marca” es compartida por todos los psicólog@s independientemente de nuestra especialidad, orientación y si ejercemos o no. Lo he hablado con muchísimos colegas y a tod@s nos pasa lo mismo: SIEMPRE, absolutamente SIEMPRE cuando te presentan a alguien y llevas un ratito hablando con él y le comentas que eres psicóloga, la frase inmediata que escuchas es “Huuuuuy, qué miedo , contigo hay que tener cuidado, que me estás psicoanalizando”. Jajajaj, madre mía, ya me gustaría a mí poder psicoanalizar a la gente con esa facilidad. Hay gente se cree que tienes poderes mágicos y que por la forma de coger el vaso o por pedir cerveza o cubata ya sé como es la relación con su madre o aspectos oscuros de su personalidad. "Tú te measte en la cama hasta los 10 años, ehhh...".

Otras grandes preguntas son “Y te enseñan en la carrera a hipnotizar?” (sí, claro y a levitar también), “y qué significa soñar con …..?” (rellenese los puntos suspensivos con cualquier cosa, que la gente sueña cosas muy raras, rarísimas) “y qué significa que a mí me mole morder las galletas cuadradas por los piquitos?” (rellénese también esto por cualquier otra manía, costumbre o hábito). Normalmente la pregunta mental que nos hacemos los psicólogos cuando oímos esto es “cómo es posible que haya paro en nuestra profesión, teniendo en cuenta la cantidad de locuelos que hay por el mundo?” pero por supuesto eso nunca lo decimos en alto, que nosotr@s somos más de introspección. Yo no tengo respuesta a ninguna de estas grandes preguntas, es más, no tengo la menor idea y hablo en nombre de todos los colegas de profesión: Si algún psicólogo le hace a usted en un bar un sábado por la noche un diagnóstico por su forma de morder galletas o por haber soñado con caballitos de mar azules, no se lo crea. Seguramente el psicólog@ en cuestión querrá:
a) Hacerse el interesante para provocar que sucedan alguna de las opciones d), e) ó f)
b) Librarse de usted creándole previamente un trauma.
c) Proyectar en Usted todas sus inseguridades y miedos.
d) Llevarle a la cama.
e) Llevarle a la cama.
f) Llevarle a la cama.
No se preocupe si nos rechaza, nosotr@s tenemos clarísimo que en realidad esto se debe a su complejo de Edipo mal resuelto.


Y otra cosa, no todos los psicólog@s estamos loc@s. Se rumorea que hubo un caso en Wisconsin de un psicólogo totalmente sano y cuerdo. Lamento no poder confirmar la información por falta de fuentes.

jueves, 27 de marzo de 2008

De sordera

La mayor barrera
que condiciona la comunicación con un sordo
suele ser la actitud del resto
de la sociedad oyente ante lo desconocido.

Pero la sordera, en sí misma,
no impide la comunicación.

Con información.
Con sensibilización.
Con naturalidad.

Utilizando los medios técnicos
y humanos disponibles,
es posible.

Las personas sordas, pese a llevar audífonos,
no le oirán de la misma manera que un oyente.
Muchos no oyen nada. Muchos se comunican en Lengua de Signos.

Recuerde:

Antes de la conversación.

- No hablarle nunca sin que esté mirando.


- llamar su atención con un ligero toque o con una discreta seña antes de hablar.

- Hablarle de frente, con la cara bien iluminada para facilitar la labiolectura.

-Situarse a su altura (si se trata de un niño con mayor motivo)

Durante la conversación

- Mientras se habla, no se puede mantener nada en los labios (un juguete, un boligrafo...), ni en la boca (un caramelo, chicle, comida...)

- Vocalizar bien, pero sin exagerar ni gritar. Hablar siempre con voz.

-Hablar con naturalidad. No hablar deprisa ni demasiado despacio.

-No hablar de modo rudimentario o en argot. No comunicarse con palabras sueltas.

-Si no entiende, repetir el mensaje. Construir la frase de otra forma más sencilla pero correcta y con palabras de significado similar.

-Ayudar a la comunicación, bien con gestos naturales, que le sirvan de apoyo, bien con alguna palabra escrita (si tiene edad suficiente).

- En conversaciones en grupo es necesario respetar los turnos entre lo interlocutores e indicar previamente quién va a intervenir.


Borremos las barreras.

Extraido del Dossier "Campaña de Detección Precoz de la sordera" FIAPAS

viernes, 14 de marzo de 2008

Palabras


Tengo por delante de mí nueve maravillosos días de vacaciones. Decir que son merecidos es quedarse muy corta. No voy a hacer nada especial si entendemos por "no-especial" desconectar del trabajo. Lo necesito, lo necesito , necesito estas vacaciones como nunca he necesitado unas vacaciones...

A veces la vida te da regalos, simplemente hay que darse cuenta de que están ahí. Y hay ocasiones, tan especiales como escasas que tienes una conexión con una persona que se materializa en una conversación, una comunicación plena que os enriquece a ambos. Y descubres una nueva forma de ver las cosas, una nueva perspectiva, y te reafirmas en tus convicciones y te sientes mejor persona y con capacidad para cambiar el mundo, y en algún plano que no se ve a simple vista te sientes totalmente unido a esa persona y ya nada puede ser igual... Es como si hubieras escuchado no sólo con tu oído sino con todos los sentidos, como si cada una de tus células se hubiesen empapado de las palabras del otro, y notas que tú has producido el mismo efecto.
Y no hace falta decirlo, ambos lo sabéis, ambos lo sentis...

jueves, 13 de marzo de 2008

Metro

Antes de mudarme tardaba una hora y veinte minutos en llegar al trabajo, trayecto que hacía en su mayor parte de pie, (apretujada y aguantando codazos) además tenía que hacer 3 transbordos y llegaba al trabajo ya cansada. Ahora desde mi nueva casita tardo 35 minutos, voy sentada y es línea directa. Lo único que echo de menos es que en la parada en la que me monto no me dan periódicos gratuitos, qué le vamos a hacer…
Tengo 28 años y no tengo carnet de conducir. Sí, estoy convencida que es necesario tenerlo pero yo aún no lo he necesitado y también lo admito: soy una enamorada del Metro de Madrid, aunque cueste creerlo. Jamás me ha dado pereza y eso que hasta hace nada vivía lejos de todo lo que me interesaba y el Metro era mi nexo hacia la vida donde yo podía ser yo, hacia la vida que yo quería tener. Me maravilla la gente con la que te cruzas, en el Metro he vivido mucho, he visto mucho más, he andado por muchos pasillos, me he perdido en muchas ocasiones, me han grabado muchas cámaras, he oído a muchos músicos y han desfilado ante mí muchos vasitos de plástico después de una actuación. He perdido muchos trenes y vivido muchos retrasos (¿que habría sido de mi vida si hubiese cogido aquel tren?) He leído muchos libros, compulsivamente o con tedio, repasado muchos apuntes, me pinto los labios y los ojos a diario sentada en el andén, he visto mi reflejo en la ventanilla del vagón de miles de trenes y en muchas estaciones. He conocido el Metro cuando se podía fumar y he esperado en muchos andenes apurando un cigarro. En épocas de fervor pre-estival he ignorado escaleras mecánicas y he subido a pie múltiples escalinatas que me llevaban del submundo al mundo real. He hablado con muchísimos desconocidos, he ligado incluso. He tenido fugaces historias de amor que han durado dos miradas y una estación. He escuchado muchas historias que no iban a mí dirigidas, muchas vidas que quedarán siempre en puntos suspensivos porque jamás sabré que pasó, he escuchado muchos idiomas, distintos, desconocidos…. He visto gente reír, llorar, discutir, besarse. He visto mendigos, modelos, enfermos, bebés, extranjeros, novios, pervertidos, monjas, trabajadores, estudiantes… Gente anónima que viene, que va, que marcha con prisas… me he empapado de belleza y de fealdad, de lo más excelso y lo más inhumano, de vida al fin y al cabo … y dios mío, de tantas soledades, tantos mundos en tan poco espacio… Todos tan juntos y tan lejos unos de otros, al mismo tiempo. Tierra de nadie, un no-lugar, un espacio de paso donde todos somos extranjeros y nadie va a quedarse.

El Metro ha sido escenario de mis reencuentros, de lágrimas, de mis alegrías, de tantos adioses. Ha sido el hilo conductor de mis pasiones, mido mi vida por sus tiempo (son 7 estaciones, llego en 20 minutos) me he sentido viva notando su pulso. El Metro tiene su propia música, su propio ritmo, late y es una realidad paralela, un submundo, un breve pasmo antes de que todo esto finalice…

martes, 11 de marzo de 2008

Perfección

Ayer Dodo tenía que traerme unos ejercicios y sólo trajo hechos la mitad. Cuando le pregunté la razón, me contestó: “Lo siento. No soy perfecto”. Y se quedó tan pancho el tío.
Se acabó el echar horas gratuitamente en el trabajo. Cuando me pregunte mi jefa por qué no he terminado los mil proyectos que tengo que presentar le voy a contestar lo mismo. Eso sí, no sé yo si me quedaré tan ancha como el pachorro de mi Gran Dodo
. (Y tampoco creo que el castigo de mi jefa sea quedarme sin jugar con la plastilina como hago yo con él)

lunes, 10 de marzo de 2008

Lunes

Lunes. Me despierto torcida como todos los lunes. El despertador suena cruel sin reparo alguno a las 7:15. Remoloneo 10 minutos. Me pego al cuerpo cálido de Lobito, le acaricio la mejilla muy suavemente, no quiero despertarle. Le miro la cara, miro ese rostro mirado, besado y acariciado mil veces y lo vuelvo a sentir, me reenamoro cada mañana, caigo rendida otra vez ante su olor, sus pestañas. Le miro embelesada entre las brumas de mi miopía y las legañas. Me vuelve a brotar ese amor cálido, ese calorcito conocido desde que estoy con Lobito y me quedo quieta acoplando mi respiración a la suya acompasada y profunda. Pego mi piel a la suya, quiero adherirme como una calcamonia, en el calor de la cama somos por un instante uno. Él dormido y yo en la neblina del lunes y sus sueños.
El despertador vuelve a sonar inmisericorde y abandono con infinita pena nuestra cama, esa isla ajena a todo que hemos creado.
Me ducho, el ruido de la cisterna del water me devuelve a mis pensamientos negros de lunes por la mañana. Me pongo las lentillas y el mundo se vuelve nítido. Al lavarme los dientes, me entran los remordimientos por lo mucho que fumo y por lo mucho que me apetece ya un cigarro. No he dormido bien y estoy malhumorada. Por un instante me pasa por la cabeza todo el trabajo que me espera en cuanto llegue a currar y desecho rápidamente ese pensamiento. Hoy no. Me lo he propuesto: hoy no voy a estar ni cinco minutos de más en el trabajo, que se está convirtiendo en costumbre lo que debía de ser una excepción. Mientras bebo café, miro lo desconchado que está el techo y pienso que por poco que me apetezca tenemos que pintar la casa. Recuerdo el discurso de anoche del presidente reelegido y me crece una alegría íntima, como una plantita pequeña. Pienso en la hija de Isaias Carrasco. Miro por la ventana mientras apuro mi cigarro y veo que está lloviendo, que el día está feo, que me tengo que abrigar. Me empapo de rutina y de cielo gris, de lunes por la mañana y de trabajo pendiente.Y es en estos momentos de silencio, de soledad cuando me doy cuenta de la suerte que tengo, que me gusta la vida que llevo y siento a todos los que están lejos cerca, en estos momentos de calma me invade la serenidad y la gratitud y la vida me mira a los ojos y yo le prometo seguir haciéndolo lo mejor que sé.
Cierro la puesta de casa, después de haber dado un fugaz beso al hombre que me acompaña en todo esto. Me lanzo a la calle donde me cruzo con miles de personas, cada uno con su vida, sus ilusiones íntimas, sus inquietudes, sus miedos y esperanzas. Gente que no sé si algún día conoceré.

Comienzo la semana.

Pregunta

Y yo me pregunto: ¿cómo se explica a un niño de 4 años que a su padre le mataron con tres tiros por la espalda unos asesinos terroristas?



viernes, 7 de marzo de 2008

No creo en Dios, no he recibido formación religiosa, no creo en la Iglesia así como tampoco en ninguna forma espiritual superior. No creo que haya nada más allá, no voy a reencontrarme con mis seres queridos cuando esto acabe. No creo en que algún día se juzgarán mis pecados por un ser misericordioso. Siempre he envidiado el consuelo de los creyentes cuando sienten y creen firmemente en que volverán en el cielo a ver a la gente que han perdido, que los “malos” serán juzgados por un padre redentor y que existe un orden celestial. La muerte sólo me sugiere fin. Y miedo y sinsentido. Y una inmensa pena.
Creo que somos una especie capaz de grandes actos, tanto buenos como malos, creo firmemente en el ser humano y creo que podríamos crear un mundo mejor. También creo que somos responsables absolutos de nuestra mierda. A veces también creo que somos una especie dañina, muy cruel e irracional.
El sinsentido, la inmensa injusticia, irracionalidad del atentado de hoy, me reafirma en todo esto. Un trabajador humilde padre de tres hijos (de 20, 15 y 4 años) asesinado por la espalda por un miembro de una banda terrorista.
A veces, cuando alcanzamos esas cotas de sadismo y crueldad, me avergüenzo profundamente, reniego de mi fe en el ser humano, una terrible sensación de que esto no tiene ningún sentido, que todo es terriblemente absurdo. Es la misma sensación que tengo ante la muerte.
Desde mi humilde blog, mi más enérgica condena.

lunes, 3 de marzo de 2008

No hay peor sordo que el que no quiere oir

Desde que conocí y me sumergí de lleno en el mundo de las personas sordas, si hay algo que me molesta es que las llamen sordomudas. Las personas sordas son SORDOS y efectivamente hay muchos de ellos que no saben o no pueden comunicarse de forma oral pero eso no significan que sean mudos porque la inmensa mayoría son capaces de emitir sonidos. Cuando personas oyentes me argumentan que hay sordos que son mudos yo les digo que efectivamente los hay, como también hay sordos que son cojos y no por ello se dice “sordocojo” y no se aplica a todos los que son sordos. Asimismo hay oyentes que son mudos y no decimos “oyentemudos”
Si buscamos en el DRAE “sordomudo” leeremos que se trata de alguien “Privado por sordera nativa de la facultad de hablar”. Esta definición es obsoleta, discriminatoria y demuestra un gran desconocimiento del mundo de la sordera. La sordera no priva de la facultad de hablar. Es cierto que puede impedir el desarrollo de la comunicación oral, pero no de la capacidad para comunicarse ni expresarse y mucho menos de la capacidad para emitir sonidos.
Hace ya un tiempo que me acerqué a su mundo y me di cuenta del enorme desconocimiento que existe entre la población oyente del mundo de la sordera, de todo lo que conlleva. La gente ante la pregunta estúpida ¿Qué preferirías ser sordo o ciego? la mayoría responde sin dudar que preferiría ser sordo. Si supiéramos lo que conlleva, realmente tardaríamos más en dar una respuesta. La sordera por sí misma no conlleva en absoluto retraso mental pero una tardía o nula adquisición del lenguaje configura el pensamiento, de tal modo que lo que no podemos nombrar no puede ser pensado y eso es clave en los tres primeros años de vida. Se corre un peligro severo de retraso en el desarrollo cognitivo. Y por no hablar del aislamiento que les acompaña toda la vida en una sociedad formada mayoritariamente por personas oyentes, creada y pensada para y por oyentes. Cuando comencé a aprender lengua de signos, entré en contacto con muchos sordos y me resultó tremendamente llamativo lo que tardé en conocerles: una persona que se comunica de forma oral aunque no conozcamos la lengua en la que habla, su voz nos revela muchísima información acerca de su personalidad, sin embargo hasta que no dominas la lengua de signos y vas más allá del signo- palabra, signo-palabra, esa información la pierdes. Me daba la sensación de no saber nada de ellos, de no sacar más información que la que sus signos me revelaban, la sensación era casi física: me faltaba tanta información, que era como si no los “viese” bien, como si estuviesen desdibujados ante mis ojos. Eso cambió cuando empecé a entender de un modo más profundo y empecé a ver matices y distinguir signos cálidos de signos que no lo eran. Tuve fugaces momentos de entendimiento de su aislamiento y soledad cuando era la única oyente en un grupo de sordos: sólo veía manos agitándose delante de mí y solo podía enterarme de la conversación si me hablaban de uno a uno y signando despacio. Es terrible esa sensación de saber que se está produciendo un intercambio de información delante de ti y no enterarte de nada o muy poco. Es fácil pensar: ¿y por qué se rien?¿qué me estoy perdiendo?¿será algo importante? Y si te miran mientras signan, la inmediata es pensar ¿estarán hablando de mí?. Esa es la realidad cotidiana de los sordos signantes en un mundo de oyentes.
Cuando comencé a aprender la lengua de signos y lo comentaba con gente oyente ajena a ese mundo, siempre había algún oyente que se acercaba a mí y empezaba a mover sus manos de forma espasmódica frente a su cara imitando la lengua de signos. Por supuesto, no pasa absolutamente nada, me hacía gracia y sigue haciéndomela pero hay una parte de mí que no puede evitar pensar “ay, si tú supieras…”
Si tú supieras la enorme belleza, el gran contenido lingüístico de la lengua de signos, si supieras de su gran plasticidad, de su riqueza de matices, de todo lo que puede expresar… que no son señas, que no hay un signo por palabra, que es una lengua rica y viva, con estructura propia…si tú supieras del enorme aislamiento en el que viven y en todas las barreras que se tienen que enfrentar diariamente… Todos los días veo niños sordos y su lucha por adquirir un medio de comunicación, niños que parecen maleducados, malcriados, gritones y llorones, niños sordos en su mayoría con padres oyentes que no entienden por qué su hijo no arranca hablar como el resto. Lo que en los niños oyentes se produce sin esfuerzo aparente (la adquisición del lenguaje,) en estos niños supone un gran esfuerzo y es un gran logro. He visto niños sordos utilizando su primer signo o su primera palabra y todos tienen la misma expresión, emocionante como pocas cosas he visto en mi vida, de entender, de poder nombrar lo que les rodea, de certeza súbita del poder que el lenguaje confiere…