
La cuestión es que cuando me fui, fue como una bocanada de aire fresco. Se alivió mucho la sensación de culpabilidad, crecí de golpe, me sentí dueña de mi vida, ya podía hacer lo que quisiera, que no era precisamente hacer el loco, sino ser responsable de mi vida sin tener que dar explicaciones. Suena paradójico pero para mí es una liberación encargarme de mis facturas, de mi alquiler, de mi ropa, de mi comida. Soy muchísimo más ordenada que cuando vivía con mis padres. Y sobre todo, más feliz. Y que conste que yo a mis padres les adoro, y me siento infinitamente querida por ellos. Pero ahora que me he ido, les entiendo un poco mejor. He necesito alejarme para encontrar a mi madre y también para encontrarme yo , respecto a ella. Ay, que complicadas me parecen las relaciones madre-hija y que difíciles las hacemos las psicólogas-hijas. Veremos cuando sea madre…
Sin embargo, no estoy curada del todo. Obviamente discuto infinitamente menos, nos vemos poco, una vez a la semana, aunque hablamos casi a diario por teléfono. La culpabilidad es un sentimiento que tengo ahí agazapado, feo, y parece que está esperando la mínima para saltar. Ayer un mini roce telefónico con mi madre, una frase mal dicha, sin pensarla y me siento fatal. Ya está la Culpa frotándose las patitas. Y lo peor de todo, es que no sé cuanta importancia le ha dado ella. A lo mejor yo me estoy comiendo la cabeza y ella está tan pancha.Me sacaba de quicio el intentar arreglar cosas que solo eran problemas en mi cabeza. Y hoy ando igual. Parece que no he avanzado nada...
En fin…
1 comentario:
No te comas tanto la cabeza, las madres aguantan lo indecible... Un saludo y mi admiración a las madres!!!
Publicar un comentario