lunes, 10 de marzo de 2008

Lunes

Lunes. Me despierto torcida como todos los lunes. El despertador suena cruel sin reparo alguno a las 7:15. Remoloneo 10 minutos. Me pego al cuerpo cálido de Lobito, le acaricio la mejilla muy suavemente, no quiero despertarle. Le miro la cara, miro ese rostro mirado, besado y acariciado mil veces y lo vuelvo a sentir, me reenamoro cada mañana, caigo rendida otra vez ante su olor, sus pestañas. Le miro embelesada entre las brumas de mi miopía y las legañas. Me vuelve a brotar ese amor cálido, ese calorcito conocido desde que estoy con Lobito y me quedo quieta acoplando mi respiración a la suya acompasada y profunda. Pego mi piel a la suya, quiero adherirme como una calcamonia, en el calor de la cama somos por un instante uno. Él dormido y yo en la neblina del lunes y sus sueños.
El despertador vuelve a sonar inmisericorde y abandono con infinita pena nuestra cama, esa isla ajena a todo que hemos creado.
Me ducho, el ruido de la cisterna del water me devuelve a mis pensamientos negros de lunes por la mañana. Me pongo las lentillas y el mundo se vuelve nítido. Al lavarme los dientes, me entran los remordimientos por lo mucho que fumo y por lo mucho que me apetece ya un cigarro. No he dormido bien y estoy malhumorada. Por un instante me pasa por la cabeza todo el trabajo que me espera en cuanto llegue a currar y desecho rápidamente ese pensamiento. Hoy no. Me lo he propuesto: hoy no voy a estar ni cinco minutos de más en el trabajo, que se está convirtiendo en costumbre lo que debía de ser una excepción. Mientras bebo café, miro lo desconchado que está el techo y pienso que por poco que me apetezca tenemos que pintar la casa. Recuerdo el discurso de anoche del presidente reelegido y me crece una alegría íntima, como una plantita pequeña. Pienso en la hija de Isaias Carrasco. Miro por la ventana mientras apuro mi cigarro y veo que está lloviendo, que el día está feo, que me tengo que abrigar. Me empapo de rutina y de cielo gris, de lunes por la mañana y de trabajo pendiente.Y es en estos momentos de silencio, de soledad cuando me doy cuenta de la suerte que tengo, que me gusta la vida que llevo y siento a todos los que están lejos cerca, en estos momentos de calma me invade la serenidad y la gratitud y la vida me mira a los ojos y yo le prometo seguir haciéndolo lo mejor que sé.
Cierro la puesta de casa, después de haber dado un fugaz beso al hombre que me acompaña en todo esto. Me lanzo a la calle donde me cruzo con miles de personas, cada uno con su vida, sus ilusiones íntimas, sus inquietudes, sus miedos y esperanzas. Gente que no sé si algún día conoceré.

Comienzo la semana.

3 comentarios:

Belén dijo...

No se me había ocurrido el pensar cuando me cruzo con alguien que nos podramos conocer en un futuro...

Mmmmm inspirador ;)

Besicos

Twat Boy dijo...

La vida al final es justa con quien se lo merece, como eres tú.
Un saludo enorme.

caracol dijo...

te leo y me da envidia! de esa "buena" que se dice que hay.

Te lees muy satisfecha, contenta, conforme.

Imagino que no siempre es fácil llegar a eso, sobre todo lo imagino porque yo no lo logro!! a lo mejor soy la eterna insatisfecha?

en todo caso, me da muchísimo gusto por ti, nena!